
Casi todos habremos oído alguna vez que los chinos son la raza más numerosa de la humanidad, una de cada cuatro personas en el mundo es china. Lo que quizás no todos saben es que también se trata de la civilización viva más antigua de la Tierra.
Esta etnia, cuya antigüedad según algunos expertos data de hace más de 9.000 años, ha aportado a nuestra especie innumerable cantidad de inventos, descubrimientos y elementos culturales que se han difundido por todo el planeta.
Muchas cosas que hoy utilizamos o consumimos a diario fueron inventadas por la milenaria cultura china. El papel, la cerveza, el tenedor, la imprenta, la seda, la pólvora, el ventilador, la brújula y una interminable lista de cosas que no acabaría nunca de mencionar.
También en lo que se refiere al pensamiento y la filosofía, los chinos han destacado a través de decenas de siglos y ese es justamente el tema de esta entrada. He recopilado hace ya un tiempo estas historias, leyendas y fábulas chinas que datan de épocas remotas, pero que sin embargo muchas nos sorprenderán por su “similitud” con narraciones muy familiares para nosotros en la cultura occidental. Hoy comparto con vosotros la primera de ellas y semanalmente iré publicando las demás.
Pan Gu crea el Mundo (盘古开天 Pan Gu Kai Tian)

En el principio de los tiempos, los cielos y la tierra eran solamente uno y todo era caos. El Universo era como un enorme huevo negro, que llevaba a Pan Gu dentro de sí.
Luego de 18.000 años Pan Gu despertó de su prolongado sueño y se sintió sofocado dentro del huevo, por lo que tomó su hacha y con todas sus fuerzas golpeó la cáscara hasta lograr romperla.
La luz, la parte clara del huevo, ascendió y formó los cielos. La materia fría y turbia permaneció debajo para formar la tierra. Pan Gu permaneció en el centro, con su cabeza tocando el cielo y con los pies plantados en la tierra.
Los cielos y la tierra comenzaron a crecer a un ritmo de tres metros por día, y Pan Gu creció con ellos.
Pasaron otros 18.000 años, el cielo era más alto, la tierra más grande y PanGu continuó entre ellos como un enorme pilar de muchos millones de metros de altura, hasta estar seguro de que jamás volverían a unirse nuevamente.
Después de esto y cansado de su eterna soledad, PanGu murió. Su respiración se transformó en el viento y las nubes, su voz en el trueno. Uno de sus ojos se convirtió en el sol y el otro en la luna. Su cuerpo y sus miembros, se convirtieron en cinco grandes montañas que formarían los cinco continentes y su sangre se convertiría en las bravías aguas de los mares.
Sus venas se tornaron en senderos de larga extensión y sus músculos en la fértil tierra. Las innumerables estrellas del cielo brotaron de su pelo y su barba; las flores y los árboles de su piel y el vello de su cuerpo.
Su médula se transformó en jade y perlas. Su sudor fluyó como la lluvia y el dulce rocío que nutre todas las cosas en la tierra.

Según otras versiones de la leyenda de PanGu, sus lágrimas fluyeron para convertirse en ríos y el resplandor de sus ojos se convirtió en el trueno y la luz. Cuando estaba feliz habría sol, pero cuando se enfadaba, las nubes negras y la tormenta cubrían los cielos.
Una versión menos popular de la leyenda cuenta que las pulgas y piojos de su cuerpo se convirtieron en los antepasados de la humanidad.
La historia de Pan Gu está firmemente arraigada en la tradición china. Incluso en la actualidad hay un famoso dicho popular que dice: «Desde que Pan Gu creó la tierra y el cielo«, utilizado cuando quieren referirse a alguna cosa extremadamente antigua.
A pesar de su enorme difusión, esta es una incorporación relativamente nueva en el catálogo de leyendas chinas y la primera mención de ella en un libro de mitos chinos fue escrita por Xu Zheng en el período de los Tres Reinos (220-265 A.C.). Algunos investigadores aseguran que el relato se originó en el sur de China o el sudeste asiático.