
He sido durante casi 20 años padre de hijos varones únicamente. Y aunque no me había percatado entonces, eso implicaba «cierta relajación» acerca de algunos aspectos de la vida que suelen ser motivo de preocupación exclusiva de quienes la vida nos ha obsequiado con una niña.
Sólo por citar un ejemplo, más frecuente de lo que pensamos, quienes somos éramos padres de hijos varones, sabíamos que no volverían una tarde del instituto para decirnos entre sollozos: “- Papi, estoy embarazado…”.
Suena trillado, pero sólo es un ejemplo ilustrativo que el lector entenderá rápidamente. Hoy ya no hablamos de «sexo débil» pero creo que el instinto protector del padre de una niña es por lo general bastante más «fuerte».
Hace ya casi 9 años que llegó ella. Ese pequeño trocito de amor que regalaba miradas tiernas y dulzura por doquier. Y claro, nunca falta ese familiar listo que se divierte viendo tu cara al decirte “- Oye… a ésta tendrás que cuidarla bien de los chavales, con esos ojazos y esa sonrisa le van a llover pretendientes…”

Primero te sonríes por compromiso, pero pronto, cuando siguen repitiendo la «gracieta», notas cómo tu sangre comienza a elevar su temperatura. Sientes como se enrojece tu cara y no controlas bien lo que contestas. Te sobrevienen impulsos de cerrarle la boca al chistoso. Y si tus pensamientos van aumentando en fervor y violencia será justo en ese momento cuando comprendas por primera vez que ser padre de una hija es un tema delicado.
Por eso quiero compartir estas sencillas normas que he encontrado en Internet. No es algo muy nuevo pero es de esas cosas que jamás pierden actualidad.
El día de mañana, dentro de muchos, muchísimos años, cuando algún intrépido joven interesado rebusque en la red procurando información sobre mi dulce niña o mi familia, espero que se tope primero con este «post informativo» y lo lea a conciencia. Aquí vamos:
- Regla primera:
Si llegas con tu coche a la puerta de mi casa y pitas un par de veces, será mejor que estés entregando un paquete de Amazon, porque de aquí no te llevarás nada.
- Regla segunda:
Jamás toques a mi hija delante de mí. No quiere decir que puedas hacerlo a mis espaldas, pero si yo estoy delante podrás mirarla siempre por encima de su cuello. Si no puedes mantener tus ojos y manos alejados del cuerpo de mi hija delante de mí, te los arrancaré.
- Regla tercera:
Soy consciente de las nuevas modas y algunos jóvenes usan los pantalones tan bajos que parecen caerse de sus caderas. No sé si ese tipo de modas seguirán en el futuro pero para intentar ser justo y abierto de mente sobre este tema, te propongo un trato: puedes venir a mi casa mostrando la mitad de tu ropa interior por fuera de un pantalón diez tallas más grandes, y no lo voy a objetar. Sin embargo, con el fin de asegurarme de que tu ropa no se caiga durante la cita con mi hija, voy utilizar mi clavadora neumática para sujetar tus pantalones a tu cintura.
- Regla cuarta:
Estoy seguro de que estarás informado de que en el mundo actual, tener sexo sin utilizar alguna “barrera protectora” podría costarte la vida. Te lo explico mejor, cuando se trata de mi hija, yo soy la “barrera protectora” y puedo costarte la vida.
- Regla quinta:
Para que podamos llegar a conocernos quizás pienses que deberíamos hablar de deportes, política u otros temas del día. Por favor, no lo hagas. La única información que necesito conocer es a qué hora exacta traerás de vuelta a mi hija a casa, y la única palabra que quiero escuchar al respecto es “pronto”.
- Regla sexta:
Quizás seas un joven muy popular y con oportunidades de salir con muchas chicas. Esto me parece bien, siempre y cuando le parezca bien a mi hija. De lo contrario, una vez que hayas salido con mi hija, seguirán saliendo hasta el día en que ella (y solo ella) decida terminar. Si la haces llorar, yo te haré llorar.
- Regla séptima:
Cuando estés en el portal esperando a que salga mi hija durante el tiempo necesario, no quiero verte suspirar o mirar el reloj nervioso. Si quieres llegar a tiempo a la película, no deberían estar saliendo. Mi hija se tiene que arreglar y ese es un proceso que puede tomar un tiempo imposible de cuantificar. En vez de quedarte de pie allí, ¿por qué no haces algo útil, como lavarme el coche o cortar el césped?
- Regla octava:
Los siguientes lugares no son apropiados para una cita con mi hija: lugares donde haya camas, sofás o cualquier cosa más acolchada que un taburete de madera. Lugares donde no haya padres, policías o monjas a la vista. Lugares donde esté oscuro como para leer. Lugares donde haya baile, se tomen de la mano, o haya felicidad. Lugares donde la temperatura ambiente sea lo suficientemente caliente como para inducir a mi hija a quitarse el abrigo. Las películas de temática romántica deben evitarse rigurosamente. Películas de gánsters, mafia y motosierras están permitidas si no hay besos al final. Partidos de baloncesto, hockey o fútbol están bien. Hacer voluntariado en una residencia de mayores sería una buena opción.
- Regla Novena:
Nunca jamás me mientas. Nunca. Puedo parecerte un viejo barrigón de pocas luces que se está quedando calvo, pero en lo que respecta a mi hija, yo soy el que todo lo sabe, el Dios inmisericorde de su universo. Si te pregunto a dónde van y con quién, tienes una sola oportunidad para decirme la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Tengo un polígrafo, una escopeta, una pala y dos hectáreas detrás de la casa. No juegues conmigo.
- Regla décima:
Ten miedo. Ten mucho miedo. Cuando me pongo nervioso puedo confundir muy fácilmente el sonido de tu coche en la entrada con el de unos rateros que quieren entrar a casa a robar. Y si no tomo mi medicación es peor aún, las voces en mi cabeza me obligan a limpiar mis armas mientras espero que regrese mi hija a casa.
Cuando llegues, baja del coche con ambas manos donde pueda verlas y anuncia con voz alta y clara que has traído de vuelta a mi hija, sana y salva. Luego puedes volver a tu coche y marcharte rápido pero en silencio, jamás debes pasar. La cara camuflada que te mira por la ventana es la mía.

Estas ocurrentes reglas son una adaptación personal de un correo electrónico viral que se distribuyó a principios de éste milenio. Debido a que las redes sociales aún no existían su difusión fue limitada. Su autor es el escritor W. Bruce Cameron y el fragmento pertenece a su libro “Ocho simples reglas para salir con mi hija adolescente” editado en el año 2001.
Más tarde, la cadena norteamericana ABC produjo una serie de televisión basada en el libro de Cameron y con idéntico título.
Claro que esta entrada la he encarado con mucho humor y no estoy de acuerdo con todos los puntos. Bueno, con algunos. La mayoría. Sólo unos pocos de ellos. Tu verás…
Muy bueno! 😄😄👏👏
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